Friday, May 11, 2018

Tiempos de cambio

Publicado en El Universal el 30 de diciembre de 2016



El 2016 probablemente será recordado como un año “salido de control”. Noticias como el Brexit en Inglaterra, el plebiscito por el acuerdo de paz, el triunfo de Trump y los Cubs, y la muerte de Fidel sacudieron el mundo. Como consecuencia de tantas sorpresas algunos ya presienten que 2016 simboliza un año pivote hacia tiempos impredecibles y de alta incertidumbre.

Algunos de los cambios que veremos en el mundo post 2016 serán la continuación de tendencias tecnológicas que han transformado nuestras vidas. Por medio de los celulares seguirá la integración masiva a redes y la comunicación instantánea. La generación de los llamados “millenials” -aquellos nacidos después de mediados de los 90- considerará molesto atender llamadas dada la mayor conveniencia de “textear” vía WhatsApp.

En las ciudades veremos caer en desuso al automóvil ante el triunfo del transporte masivo y las ciclorutas. Ya sea por ahorro de tiempo o por no perder la cordura manejando en un tráfico imposible, la transición al punto de “bajarse del carro” se ve venir.

Frente a este tipo de tendencias existe el riesgo de que el mundo se polarice. Por un lado, las sociedades que mejor sepan aprovechar el cambio tecnológico resultarán con la habilidad y el tiempo de ocio suficiente para dedicarse a hacer turismo, disfrutar libros, conectarse con seres queridos y expresar su individualidad en redes sociales.

Por otro lado, las sociedades que sean “atropelladas por la tecnología” asociarán los nuevos tiempos con sombrías predicciones de ciencia ficción en las que la innovación es un enemigo que saca lo peor del ser humano. Sería contraproducente que la tecnología convierta a la mayoría de la población en inútil hipnotizada en la señal de baja frecuencia del entretenimiento del internet.

Nadie sabe cuál es la mejor manera de preparase para el futuro. China, India y Singapur apuntan a ser líderes de esta revolución. Otros países se conforman con el papel de imitador, mientras que el resto está condenado a adoptarla tardíamente. Las universidades deben estudiar estas tendencias y planear la mejor forma de adaptarse. Para las más tradicionales se necesitará dar un salto trascendental.

En cambio, para aquellas universidades tecnológicas (el modelo MIT, acrónimo inglés del Instituto de Tecnología de Massachusetts) esperaríamos que tengan una ventaja, sobre todo en las ingenierías. Para el resto de carreras, por ejemplo, en ciencias sociales o humanidades, el desafío estará en hacer que los beneficios de los avances científicos estén disponibles para solucionar problemas sociales.

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