La transformación que ha ocurrido en Antioquia en los últimos 20
años tiene nombre propio: intervención del sector privado. En ese lapso el departamento pasó de ser una sociedad carcomida por el
narcotráfico a ser lo que un reciente estudio del Banco de la República denominó
“un ejemplo de éxito urbano… apalancado en la innovación.” El sector privado de
la Costa Caribe debe tomar nota de esta historia de padrinazgo.
Hablar del sector privado paisa es hablar del Grupo Empresarial
Antioqueño (GEA). Este grupo económico
está compuesto por Argos (cementos), Suramericana de Inversiones (seguros),
Nutresa (alimentos), y cerca de 120 empresas más.
El GEA le da trabajo a 110 mil personas, y una de sus mayores empresas,
Bancolombia, cotiza en bolsa por US$ 11,4 millardos (en comparación, Apple vale
US$ 478 millardos), y se da el lujo de hacer adquisiciones de hasta US$ 3,7
millardos, equivalente a lo que cuesta construir el metro de una ciudad como
Quito.
Para nadie es un secreto el apoyo del GEA a la candidatura de
Sergio Fajardo a la gobernación de Antioquia, su apoyo a la Universidad EAFIT,
o su fortaleza para defenderse de tomas corporativas hostiles. Precisamente por esa “rosca paisa”, se le
conoce desde hace años como el “Sindicato Antioqueño”.
En un despliegue de simbiosis admirable, el GEA ha asumido su
responsabilidad como promotor del desarrollo del territorio. Y no lo
hace por altruismo puro; tras estas demostraciones de civismo lo que en últimas
siempre busca el sector privado es sacar réditos. Lo cual es perfectamente comprensible.
Hay dos condiciones para que un sector privado apalanque
desarrollo: primero, músculo financiero, porque el apoyo a las iniciativas
regionales no es moral sino de “meterse la mano al bolsillo”. Y segundo, inteligencia política, para no
pisarles los pies a elementos indeseables que suelen apoderarse del gobierno en
las regiones.
En los departamentos costeños pocos han emulado el caso del GEA y,
en vez, parecen contentarse con lograr
privilegios políticos, lo que algunos analistas han llamado "la mermelada". Sin embargo, no se puede meter a todos en el
mismo saco; una cosa es el mal manejo de lo público en La Guajira y otra bien
distinta el exitoso caso de apoyo a la participación en política del grupo Olímpica
en Barranquilla.
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