Friday, October 23, 2015

¿Fácil viene, fácil se va?

Publicado en El Universal el 17 de octubre de 2014


Si en sus manos cayera una fortuna como por arte de magia y tuviera que gastarla toda en menos de 48 horas, ¿en qué la gastaría?

La respuesta en orden de lo más a lo menos responsable comenzaría en “donaciones a caridad”. Las cosas que seguirían después en la lista llevarían adjetivos de “inversiones” o “provisiones”.

Más abajo, aparecerían las primeras señales de egoísmo en la lista, con títulos como “gastos necesarios” y “gustos que me merezco dar”. Eventualmente, se llegará a malgastar la plata sin ninguna vergüenza: “pantalones de seda pura”, “caviar”, “chef personal”, y “automóvil de lujo”. 

Que muchos tengamos ideas para entretener el dinero en gastos inteligentes o socialmente responsables (la parte de arriba de la lista) hace difícil entender a quienes derrochan la plata. Incluso, si ya no se trata de una fortuna caída del cielo, sino de decidir qué hacer con las utilidades de nuestra empresa entonces será aún mayor nuestra precaución. Es plata ganada con el sudor de la frente.

Pero aún suponiendo que usted sea prudente en el gasto, existe una ley de hierro en economía según la cual a mayores utilidades acumuladas de su empresa así de mayor será el riesgo de que se esfumen.

Para entender por qué esto es así, se parte de la idea de que hay personas a las que no les importa ni cinco despilfarrar el dinero ajeno. Estas personas giran como satélites alrededor de su negocio y poco a poco van gravitando hasta convertirse en sus empleados, sus administradores, y sus socios. Finalmente, la caja registradora de su empresa quedará en manos de un extraño.

Piense en tres ejemplos: un próspero dueño de taxis que, después de emplear a todos los familiares de confianza, se ve obligado a entregar las llaves a desconocidos. O el caso de un negocio de comida rápida que pasó de un carro callejero a una red de locales. O, el caso de un edificio que delega los asuntos de convivencia en un tercero, el administrador.

En todos estos casos, cuando los negocios crecen corren el riesgo de separar la propiedad del control. Es decir, los dueños de la empresa (propiedad) están lejos de ejercer un control efectivo sobre las decisiones administrativas (control).

En los desfalcos empresariales más famosos el problema de la separación entre la propiedad y el control ha sido el origen de los despilfarros. El común denominador de cómo se escurre fácilmente la plata en las empresas es que todo parece ir bien hasta que le salen al dueño con la noticia de que el gerente se ha estado derrochando el dinero de la empresa en autos de lujo, caviar, y pantalones de seda.

No comments: