Wednesday, March 3, 2021

Enjaulados

Publicado en El Universal el 31 de mayo de 2019


Uno de los peores castigos a los que se puede someter a un ser humano es privarlo de la libertad, ese valor esencial que le da sentido a la vida. Pero existe una restricción más sutil de la libertad que ocurre inconscientemente. Es un tipo de opresión que puede llegar a ser casi tan mala como una cárcel aunque no nos demos cuenta.

Se trata de la limitación de nuestra libertad de movernos en forma segura por las calles. Esta forma de aprisionamiento no la percibimos sino cuando visitamos otros países donde no existen limitaciones. Por ejemplo, el Youtuber antioqueño "Juanes Vélez", se filmó saliendo a caminar sólo durante altas horas de la madrugada, por las calles de Seúl, en Corea del Sur. Juan no ocultó su sorpresa de que este paseo nocturno portando una videocámara no tiene allá riesgo alguno de inseguridad.

También, a los extranjeros que visitan Colombia les resulta curioso ver que casi nadie estaciona su automóvil a la intemperie, en la calle. O que las ventanas y puertas de los primeros dos pisos de los edificios estén enrejadas ante la inseguridad.

En almacenes y centros comerciales un mensaje de altavoz nos recuerda constantemente la ley de no dar papaya: "apreciado cliente: por su seguridad le recordamos no perder de vista sus objetos personales". A esto se suma la necesidad de mostrar la factura de compra para poder salir de estos establecimientos.

La oscuridad de la noche se convierte en aliada de la delincuencia, sobre todo en áreas mal iluminadas de nuestras ciudades, lo que obliga a los vecinos del barrio a poner llave en sus casas y programar sus actividades productivas con la luz del sol.

Esta inseguridad nocturna hace impensable que podamos convertir a nuestras ciudades en sitios que nunca duermen. En ese tipo de ciudades los trabajadores de segunda jornada pueden moverse de forma segura a cualquier hora usando transporte público.

El peligro latente de la calle, en la forma de robos, paseos millonarios, o violaciones no amilanó luego del proceso de paz con las FARC. Tenemos paz y menos homicidios por año producto de enfrentamientos con guerrillas, pero seguimos conviviendo con la inseguridad de la calle que nos hace un poco menos libres. Ya muchos estamos acostumbrados o resignados a que esto se volvió normal.

Hemos llegado al extremo de inventar reglas para aliviar la sensación de inseguridad al salir a la calle, tales como no vestir ropa fina ni prendas de valor, no pedir el taxi sino por teléfono, no caminar por calles solitarias, o estar alertas al sentir el ruido de una moto. Es triste que estas reglas en realidad son consuelos y que quizá somos pájaros enjaulados que nos creemos libre cuando no lo somos.

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