Publicado en El Universal el 6 de octubre de 2017
Una de las mayores frustraciones de un recién egresado universitario es encontrarse que la mayoría de los puestos exigen contar con un mínimo de uno a tres años de experiencia laboral. Afuera hay todo un ejército de jóvenes sedientos de aportar a las empresas 40 horas de trabajo a la semana, preguntándose con toda lógica ¿cómo se supone que vamos a adquirir experiencia si en todos los trabajos nos la piden como requisito para laborar?
Si este obstáculo no se corrige pronto, las consecuencias para la sociedad serán muy graves, por varias razones. Primero, se está subestimando la altísima capacidad de aprendizaje y adaptación de los jóvenes. Piense en que los niños de hoy en día aprenden a usar la tecnología casi por instinto, o en los jóvenes que se adaptan con facilidad a otras culturas cuando viajan al exterior.
Segundo, es un problema grave porque un país como Colombia, que debería estar sacando réditos del bono demográfico, lo estaría desaprovechando. Un país posee un bono demográfico cuando la proporción de su población que está en edad de trabajar es alta y refleja un gran potencial de ser productivo. El país, aunque atraviesa una época de vacas gordas en la que no necesita sobrellevar la carga de una población envejecida, no parece aprovechar su pirámide poblacional.
Lo que hoy se observa es que la gente entra al mercado laboral cada vez con más edad, porque primero realizan estudios de formación avanzada o postgrados. Y las empresas que han tenido problemas contratando gente joven, tienden a sobre exigir la experiencia como forma de “curarse en salud”. Están subiendo tanto el requisito que hasta se ven anuncios que piden entre 8 y 10 años de experiencia para menores de 30 años. ¡Increíble!
Mientras tanto, las entidades educativas están teniendo problemas para garantizar la calidad de sus egresados. Una alternativa a lo indeseado es implementar acciones como el Programa 40.000 Nuevos Empleos, con los que se busque dar oportunidades laborales a jóvenes. Urge aplicarlo en Cartagena donde el desempleo juvenil es de más del 17% (en 2016, más de 7.000 jóvenes que intentaron conseguir empleo por primera vez quedaron desocupados).
Otra solución a este problema podría estar en la adopción de las lecciones del mundo del freelancing o sistema de subcontratación, en el que los requisitos de experiencia laboral de las empresas se traducen en habilidades bien delimitadas. Quizá las universidades deben cambiar de paradigma y explorar maneras de expedir certificados menos genéricos y más modulares que permitan armar portafolios que transmitan con más credibilidad lo que los jóvenes saben hacer.
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