Tuesday, May 15, 2018

Impuesto al latifundio



La propuesta de democratizar (eufemismo para expropiar) los latifundios para dárselos a la población pobre, es aparentemente una buena idea para la economía. Sin embargo, un examen más profundo revela que puede resultar contraproducente.

En Economía existen tres principios inviolables que se deben proteger a toda costa, echándoles candado y escondiendo las llaves si es necesario.  Cada tanto, cuando vienen coyunturas, se vuelve tentador romper estas reglas con cualquier pretexto. 

La primera regla es no usar la emisión de dinero para financiar el crecimiento de la economía. La política monetaria se le ha quitado entonces al poder ejecutivo y la tienen bancos centrales independientes, que vigilan la emisión de dinero como si fuera material radioactivo peligroso.  Una inflación fuera de control puede hacer que toda la economía se desmorone.

La segunda regla es no eliminar la libertad de mercados y comercio, ni eliminar el derecho a la propiedad privada. Las políticas comercial e industrial nunca deben ir en contravía de estas libertades, de modo que está mal promover monopolios, proteccionismo comercial, o comunismo (propiedad pública de los factores de producción).

La tercera regla es que no hay almuerzo gratis, metáfora usada para decir que si se ofrecen comida, educación, o salud "gratis", ello finalmente sí tiene un precio, que lo terminan pagando las empresas, los trabajadores, y los consumidores, casi siempre en impuestos.  Si un país X regala almuerzos "gratis" para sus habitantes de hoy, en realidad se está siendo egoista con los habitantes de mañana, quienes tendrán que pagar por esa comida con impuestos (que para colmo ni siquiera la habrán cosumido ellos). 

Tener almuerzos gratis solo ocurre en la imaginación de los escritores de cuentos infantiles y de novelas utópicas.  En el cuento de Robin Hood, por ejemplo, el héroe roba las caravanas que cargan el dinero recaudado por tributos al príncipe, que luego reparte a pobres y desfavorecidos.  

Volviendo a la propuesta de expropiar tierras, es potencialmente peligrosa para la economía por dos razones. Primero, sienta un precedente de dejar que alguien decida cuándo es "justo" eliminar la propiedad privada, atentando contra el segundo principio mencionado arriba. 

Segundo, la tierra no es solo factor de producción sino un bien de capital.  Redistribuir esas tierras, o cualquier otro bien de capital,  finalmente es cambiar de forma arbitraria dinero para que pase de unas manos a otras. Con la ilusión del almuerzo gratis, el tercer principio mencionado arriba, pareciera que esta idea consigue crear riqueza de la nada, pero eso solo pasa en el cuento de Robin Hood.

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