Colombia no se caracteriza por producir en abundancia talentos de la matemática. Ese estatus uno lo asocia más bien con países asiáticos, como Corea del Sur, o de Europa, como Hungría o Rumania, que tienen una larga tradición de ganar olimpiadas de matemáticas.
A los colombianos nos causa más sorpresa que admiración acceder a Youtube y ver videos de niños de seis años en Singapur que son prodigios matemáticos. Algún amigo me dijo que le daba lástima ver niños sometidos a los rigores de las matemáticas de alto nivel a tan temprana edad. Pero, ¿no será que nos está dejando el tren y que el mundo quiere seguir el ejemplo de los niños prodigio de Singapur?
Lo ideal sería que los colegios y las universidades formaran a los estudiantes para ser buenos en la técnica y en el arte, en la ingeniería y en las humanidades, en la matemática y en la ética. Sin embargo, cada sistema educativo hace lo mejor que puede. Al final de cuentas la oferta y la demanda determinan cuántos profesionales acaban por uno u otro camino.
Si estoy en lo correcto, en Colombia hay un gran déficit de ingenieros, mientras que la oferta está recargada de carreras como administración, psicología y derecho.
Nos enorgullecen nuestras estrellas de las artes y el deporte, como Shakira y James, pero en ciencias duras, matemáticas y ajedrez, tenemos pocos referentes.
Ahora, ¿no es obsoleto enseñar de memoria tediosos cálculos mentales y hacer divisiones largas, cuando para eso hay calculadoras y computadores? Quienes se hacen esta pregunta creo que desconocen el verdadero alcance de las aptitudes matemáticas, quizá porque nuestra sociedad no ha sabido venderlas ni desmitificar la aburrida imagen que evocan.
La aptitud matemática, además de enseñar razonamiento lógico, permite armarse de paciencia para enfrentar problemas. Como lo apuntó Keith Devlin, reconocido columnista de las matemáticas en Estados Unidos, actividades como las comunicaciones, el transporte, la medicina, el entretenimiento, los deportes y los mercados financieros, hacen uso extenso de matemáticas sofisticadas.
Los nuevos héroes de la sociedad moderna adoran los números. Por ejemplo, Mark Zuckerberg, creador de Facebook, o Larry Paige y Sergey Brin, creadores de Google, eran gomosos de las matemáticas. Si nuestra sociedad mira los números con fobia les estaremos cerrando muchas puertas a las nuevas generaciones.
Participar en esta ola de transformaciones de un mundo cada vez más sofisticado tecnológicamente requiere que dejemos a un lado nuestra númerofobia.
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