Monday, March 23, 2015

Destartalados

Publicado en El Universal el 21 de marzo de 2014

Albert Hirschman


Con frecuencia el gobierno publica boletines sobre los últimos avances en infraestructura para hacer alarde de los kilómetros construidos en vías, puentes y túneles. 

Quienes ven más allá de la excitación noticiosa en estos boletines advierten que, en realidad, estamos rezagados en materia de infraestructura respecto a otros países y que esto nos resta competitividad. El “Informe Nacional de Competitividad 2013–2014” del Consejo Privado de Competitividad así lo reconoce.

A pesar de este atraso, sería injusto desconocer los esfuerzos del gobierno para invertir en infraestructura.  Después de todo, no somos un país rico.  Pretender interconectar con trenes modernos y autopistas los principales centros urbanos de nuestra difícil geografía no es realista en el corto plazo.

Lo que sí preocupa es que tenemos debilidades para la planeación en la construcción y, sobre todo, para el mantenimiento de la infraestructura.  Es un error creer que con tener la plata para empezar las obras se resuelve todo.  El problema es que no hemos aprendido a planear para su mantenimiento.

Uno de los primeros en darse cuenta de la patológica dificultad de los colombianos para preservar en buen estado la infraestructura fue Albert Hirschman, prominente economista del siglo XX,  durante su residencia en el país en la década de 1950.  Lo que Hirschman vio fueron "... suelos erosionados, camiones varados, techos con goteras, máquinas que se destartalan antes de tiempo,  puentes poco seguros y canales de irrigación obstruidos".  Hoy en día seguimos igual.

Hirschman consignó en sus escritos su asombro de ver óxido y verdín "esparcidos a lo largo de todo el territorio".  Su punto era que el descuido de la infraestructura es síntoma de la presencia de "fuerzas corrosivas del desarrollo".

Para Hirschman la mejor forma de escapar a esta tendencia corrosiva es formando capital humano en ambientes en que no haya margen para descuidar el hábito de mantenimiento (por ejemplo, en refinerías de petróleo y aerolíneas).  Este hábito sólo se aprende a los golpes. En otras palabras, la presión de los ambientes exigentes contribuye al aprendizaje duradero del hábito de mantenimiento.  En la segunda mitad del siglo XIX, por ejemplo,  otro ambiente exigente, la necesidad de administrar los ferrocarriles, fue lo que provocó el nacimiento de la corporación moderna.


En conclusión, no hacer mantenimiento a obras y dejar que se  destartalen podría estar revelando una tendencia a sacarle el cuerpo a proyectos exigentes  sin los cuales nunca podremos aprender a administrar.

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