Sunday, May 29, 2016

Colaboración regional

Publicado en El Universal el 22 de mayo de 2015



Cartagena, Barranquilla y Santa Marta, además de compartir balcón sobre el Mar Caribe, poseen identidad cultural y amplia afinidad en sus costumbres locales.  Sin embargo, pese a que sostienen una relación de vecindad y amistad estrecha, las tres ciudades rara vez han sido socias en proyectos de inversión.

Sorprende que el llamado “triángulo de oro” de la economía se haya producido en la fría montaña andina porque en todas partes del mundo el desarrollo entra por las zonas costeras. En nuestro país, en cambio, la región Caribe no solo no fue polo de desarrollo sino que se rezagó y “perdió” el siglo XX.

En pleno siglo XXI, ¿puede la región Caribe comenzar a hacer negocios en colaboración? La respuesta es sí, siempre y cuando pueda superar el estigma de que es una región indolente con la corrupción en la ejecución de proyectos de infraestructura.

Tal vez la mejor oportunidad de probar que la región sí puede, se da actualmente con la idea del tren del litoral Caribe, que uniría a Cartagena, Barranquilla y Santa Marta mediante una ferrovía de uso mixto (carga y pasajeros) y que serviría para aprovechar el dinamismo portuario de estas poblaciones  y para potenciar la zona como corredor turístico.

En la región existe un ambiente de optimismo alrededor del proyecto.  Me parece que, en reciente columna en este diario, el economista Jorge Campos da en el clavo cuando anota que debemos "pasar de la histórica competencia que han mantenido estas urbes en su patrón de desarrollo a un modelo basado en la complementariedad".

¿Será cierto que una inversión alta en infraestructura perjudica el presupuesto que les queda a salud y educación? Dos ejemplos parecen dar fe de que esto no necesariamente es cierto.

En el caso de Nigeria, donde las necesidades socioeconómicas son tanto o más apremiantes que en nuestro país, se viene ejecutando con éxito un ambicioso plan a 25 años para recuperar los trenes.

El otro contraejemplo se ve con el entusiasmo que ha generado en Chile y Perú la reciente estructuración de proyectos de trenes para sus litorales.  Estos países comparten con Colombia dificultades parecidas sin que eso les impida soñar con trenes.

No se nos debe olvidar, además, que ya hemos tenido experiencia con trenes en la costa: los de Sabanilla, Calamar, y Santa Marta, por ejemplo, para no contar el que atravesaba el istmo de Panamá, antes de su independencia.  

Por todo esto creo que hay vía libre para que Cartagena, Barranquilla y Santa Marta unan esfuerzos y promuevan la creación de un ente gestor que haga realidad el tren del litoral Caribe.

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